domingo, 24 de octubre de 2010

EN EL BICENTENARIO DE SAN JOSÉ DE LAS MATAS


Este artículo, publicado en Diario Libre, el 23 de octubre de 2010, es parte de la conferencia magistral que dictó el Lic. Edwin Espinal Hernández para conmemorar tan magna efeméride.

San José de Las Matas es la más antigua demarcación territorial de la provincia de Santiago, primero como pueblo, partido y parroquia en tiempos coloniales, y después como común y municipio en los siglos posteriores. Desde los puntos de vista demográfico y genealógico, su consideración como demarcación territorial a partir de la época colonial tiene un gran valor, ya que era la principal población de La Sierra, abarcando buena parte de lo que hoy se denomina Línea Noroeste, es decir todo el territorio al Oeste de la ciudad de Santiago, incluyendo la hoy provincia de Santiago Rodríguez y parte de las actuales provincias de Valverde y Montecristi.
Los orígenes de la presencia humana en este municipio se han explicado a partir de la hipótesis - sin respaldo documental, valga aclarar - de dos movimientos poblacionales desde zonas llanas. El Dr. Miguel Montalvo, en su pequeña obra "Imágenes de mi pueblo - San José de Las Matas" (Impresora Conadex, 1991), establece que el primero de ellos ocurrió a fines del siglo XV, cuando un grupo de españoles, por la seguridad que ofrecían las montañas y lo adecuado de su clima, se radicaron en algunos puntos, "llevando con ellos algunos de los grandes ganados que ya para esa época se desarrollaban en las regiones norte y noroeste de la isla".
Esta primera migración no parecería desvinculada de un hecho histórico precedente, el primero registrado en estos lugares: la fundación, en el lugar hoy denominado Fortaleza, de la fortaleza de Santo Tomás en 1494, en el nitainato de Jánico, perteneciente al cacicazgo de Maguana. En este punto, el Almirante Cristóbal Colón dejó una guarnición de 50 hombres al mando de Pedro Margarit, número que aumentó posteriormente, llegándose a contar 300 españoles. Pero vale apuntar que esta primera fortificación española en el interior de la isla y segunda del Nuevo Mundo fue abandonada con toda seguridad después de la captura del cacique Caonabo por Alonso de Ojeda, uno de los objetivos implícitos en su fundación.
El segundo flujo migratorio se verificaría de acuerdo a Montalvo y al Dr. Piero Espinal Estévez, a partir de las devastaciones de las ciudades de Bayajá, La Yaguana, Puerto Plata y Montecristi - ubicadas en la banda Norte de la isla - por el gobernador Antonio de Osorio en 1605 y 1606: parte de los habitantes de esas ciudades, trasladados a la banda Sur, se presume se separarían del grueso de sus pobladores y se adentrarían junto a sus ganados en las estribaciones de la cordillera, "uniéndose a los pocos españoles ya establecidos allí desde hace varios años antes, comenzando en ese momento la verdadera colonización de esta parte de la isla". Las vías que les servirían de acceso serían sin dudas los caminos que fueron ruta de a pie para los aborígenes en tiempos precolombinos.
Conforme a los Dres. Montalvo y Espinal, esos pobladores se agruparon a orillas del río Inoa. "De esta manera" - dice Montalvo - "se originaba lo que en principio fue un pequeño hato o sitio de crianza y pastoreo de ganado y que con el tiempo daría lugar a un pequeño poblado y posteriormente a una villa". Ese pequeño poblado, que se trasladó "unas leguas más arriba" del sitio original por las continuas crecidas del río en el siglo XVIII, fue llamado San José de Las Matas.
Desgraciadamente, la documentación existente sobre las comunidades de la Sierra data de principios del siglo XIX. La hipótesis de su población en los siglos XV y XVI, si bien atendible, queda pues en el campo de la especulación.
Las primeras referencias de habitabilidad se sitúan en el siglo XVIII. En efecto, ya en 1776 Jacinto Jacques era propietario de esclavos en Las Matas y hacia 1783 Las Matas, como dijimos, era un "partido" de la parroquia de Santiago, lo que demuestra su existencia como conglomerado humano de interés para entonces. Este asentamiento era un hato: en efecto, el autor Manuel Hernández González, al describir dicho partido, dice lo siguiente: "El partido de Las Matas, en la sierra abajo del sur, se localizaba a 7-8 leguas, desde el paraje de la ermita. Se extendía por 12 leguas con siete de ancho. Lindaba con los de Jánico y Ámina. Comprendía 104 hatos poblados de toda especie de ganado. Su vecindario era de 500 personas que lo habitaban siempre, a excepción de algunas familias que en las principales festividades del año concurrían a Santiago".
Testimonios de personajes de nuestra genealogía confirman igualmente nuestra hipótesis dieciochesca. Así, Anazario Collado Báez y Ramona Collado Adames, en la declaración que hicieron ante el Pbro. José Eugenio Espinosa el 13 de diciembre de 1862 en San José de Las Matas para obtener la dispensa eclesiástica exigida a fin de contraer matrimonio dada su consanguinidad, dijeron contar cada uno con 23 años y remontaron su ascendencia, el primero hasta su bisabuelo y la segunda hasta su abuelo, ambos hermanos, hijos de padres desconocidos. Si hacemos aplicación de la constante genealógica que marca en 30 años, más o menos, el desenvolvimiento de una generación, podemos señalar que, al menos el apellido Collado ya estaba presente en la zona en 1719.
La procedencia de los pobladores cuyo nacimiento se sitúa en los inicios del siglo XVIII o que aparecen asentados en estas serranías en la primera mitad de ese siglo es incierta, si asumimos que no tenían vínculo familiar alguno con elementos asentados en el siglo XVII a raíz de las devastaciones, si los hubo. Otros pertenecientes a generaciones posteriores bien pudieron ser españoles compelidos a abandonar sus posesiones por las incursiones de los franceses o acaso canarios o descendientes de los canarios que en la frontera fundaron Dajabón (1740), Montecristi (1751), San Rafael (1761) y San Miguel de la Atalaya (1768).
Dos referencias parecerían avalar este origen canario. En el partido de Cana, por ejemplo, con 74 hatos poblados de ganado vacuno y bestias caballares en 1783, había algunos "de algunas familias de origen canario como el de Campo Marrero" y en Dajabón, entre las familias canarias que la habitaban en 1766, se cita a la Espinar o Espinal, con quince cabezas de familia, apellido este representativo de San José de Las Matas.
Recordemos además que, según la petición elevada por los habitantes del "Partido de Las Matas" el 29 de agosto de 1810 para la fundación de una "villa de españoles con cabildo", de sus "más de dos mil vivientes", "los más de ellos [eran] criollos, o enlazados con criollos [nacidos en la isla, EEH], mediante los vínculos, y estrechas relaciones de parentesco y matrimonios". A propósito de la endogamia practicada por los habitantes de Las Matas y en abono de ese presumido origen canario, Roberto Cassá refiere que el sentimiento de superioridad que caracterizaba a los canarios por su condición de blancos "se manifestó en un comportamiento endogámico, que tendió a excluir matrimonios con negros y mulatos durante generaciones". Vale acotar, no obstante, que la localización de esta comunidad en las estribaciones de la Cordillera Central, alejada de otros asentamientos humanos de importancia, también puede explicar la unión entre personas descendientes de parientes comunes en varias generaciones y no remitirnos necesariamente a una ascendencia canaria.
La instancia en solicitud del establecimiento en el "Partido de Las Matas" de una villa capitular en 1810, pese a su destrucción en 1805, cuando junto a Jánico fue incendiada por la columna del ejército de Jean Jacques Dessalines que comandaba Henri Christophe en su retirada hacia Haití después de la invasión a la parte Este de la isla, pudo fundarse en la progresiva llegada de propietarios que junto a sus esclavos escogieron su territorio como lugar de refugio.
Una evolución demográfica creciente, rastreable a partir de diversas fuentes, abona esta tesis. Así, Manuel Hernández González, al describir el partido de Las Matas en el siglo XVIII dice que su vecindario comprendía 500 personas; para 1810, el partido era habitado por más de dos mil personas, y en 1813, conforme al censo realizado por el Pbro. José María Reyes Colón, en 1812 Las Matas tenía una población de 2,252 personas, que representaban 510 vecinos.
El aumento en el número de propietarios con esclavos es también un indicador de su elección como lugar de habitación de nuevos pobladores: de apenas un propietario en 1776 - Jacinto Jacques - encontramos 17 en el lapso 1814-1816.
Es interesante observar a propósito de estos esclavos que la esclavitud pervivió en La Sierra aun después de su abolición en la parte Este de la isla. Luisa Gerez [sic], viuda del capitán Juan Gutiérrez, era también propietaria de varios mulatos y mulatas, los cuales aparecen tasados en diversos valores en un acto de inventario y partición de sus bienes del 14 de agosto de 1806.
Aquella población negra sin dudas dejaría descendencia: el oficial español Adriano López Morillo, prisionero del ejército restaurador en Jánico en 1864, dice que entre los soldados de su guarnición había muchos negros.
La lectura del importante memorial de 1810, amén de ilustrarnos en cuanto a los apellidos de la época - Estévez, López, de la Caba, Torres, Rodríguez, Ureña, Espinal, Genao, Valerio, Serrato y González -, deja al descubierto una clave importante. Queda claro que la población fue objeto entonces de una refundación, pues se expresa que llegó a contar con una iglesia que se había destruido "por las calamidades de estos tiempos pasados" (¿el incendio de 1805, las crecidas del río Inoa?). Se indica también que sus habitantes se comunicaban con Santiago a través de un "camino dilatado", cuyo tránsito debía salvar tres ríos.
Al pedimento de erección como villa indudablemente se accedió - aunque no se conoce cuándo, ya que no se dispone del documento fundacional - pues una tasación de los gastos incurridos en la erección de la parroquia aparece dirigida al "Ayuntamiento Constitucional del Partido de Las Matas". Este apelativo nos remite a los ayuntamientos constitucionales creados por la Constitución de Cádiz, proclamada el 19 de marzo de 1812 y promulgada y jurada en Santo Domingo el 19 de julio del mismo año. Considerando que la instancia de 1810 es de fecha 29 de agosto y que la Constituyente se reunió en Cádiz desde septiembre de 1810 hasta enero de 1812, podría sostenerse la tesis de que el cabildo cuya instalación requerían los habitantes de San José de Las Matas en 1810 tenga su origen en ese texto constitucional y que, por ende, como "villa de españoles" quedara constituida en 1812. La población de San José de Las Matas sería emplazada en una altiplanicie que limitaba por el Oeste con el río Mao, de donde su territorio resultaba un paso montañoso entre el Cibao y la Línea Noroeste. Su condición estratégica quedó en evidencia con la visita que hicieron delegados de la Junta Provisional Gubernativa y la municipalidad de Santiago el 10 de marzo de 1844 para obtener la adhesión de la población a la separación de Haití. Por su vital enclave orográfico, su pronunciamiento resultaba sin dudas determinante para la defensa del territorio de la naciente República Dominicana. En efecto, a partir de ese hecho se erigió en sede del reclutamiento de hombres y punto de aprovisionamiento de animales, comestibles, armas, municiones y recursos económicos para el despliegue de las acciones tácticas que desarrolló nuestro naciente ejército en lugares de la Línea Noroeste ante el avance de las tropas haitianas hacia Santiago, donde finalmente se batieron el 30 de marzo de 1844. No es de extrañar pues que en julio de 1844 fuera elevada a la condición de común del Departamento de Santiago.
El extenso dominio jerárquico-territorial de San José de Las Matas condujo a que pasara a tener como secciones tributarias sitios, vecindarios y hatos que quedaron bajo el influjo de sus autoridades, incluso en lo referente a los actos de la vida civil de sus habitantes. Así lo constata el hecho de que los ciudadanos Antonio Rodríguez, habitante de La Ciénaga y Manuel Hernández, residente en el hato de Gurabo - Manuel de Jesús Hernández Tavares, uno de mis tatarabuelos - tuvieran que trasladarse a San José de Las Matas el 26 de junio de 1847 para formalizar por ante el primer regidor del Ayuntamiento en funciones de notario público la venta que el primero hizo al segundo de unos terrenos en Bojucal.
Pese a la antigüedad de la presencia humana en La Sierra, los primeros testimonios escritos que se conservan corren a partir del segundo decenio del siglo XIX, razón por la cual en un estudio genealógico no es posible remontarse documentalmente a ancestros muy remotos, salvo si se encontrasen en dispensas de consaguinidad generaciones más antiguas. En San José de Las Matas, el primer bautizado consignado lo fue el 30 de mayo de 1814, pues la parroquia fue erigida apenas el día 6 de ese mismo mes; los libros de matrimonios en la parroquia se inician en 1827, en tanto que en la oficialía del Estado Civil en 1874; las actas eclesiásticas de defunción comenzaron a escriturarse en 1813 y los nacimientos en los registros civiles en 1872. Los repositorios documentales han padecido seriamente, pues la comunidad fue destruida total o parcialmente por incendios en 1895, 1938, 1954 y 1963.
Estos archivos civiles y eclesiásticos constituyen una valiosísima fuente para el conocimiento de su demografía histórica - aspecto no trabajado aún - y de la genealogía de familias representativas de La Sierra, como lo evidencia la encomiable investigación realizada por Mario Jáquez Torres, quien a partir de la compulsa de actas de nacimiento, bautismo, matrimonio y defunción, ha estructurado los árboles genealógicos de más de 216 apellidos.
Otra fuente clave son los protocolos notariales conservados en Santiago y en los juzgados de paz de San José de Las Matas y Jánico. Aquí se pueden descubrir no sólo informaciones genealógicas primarias sino también otras interesantísimas referidas a la estructura agraria de los hatos y a prácticas sociales rurales, así como al acceso, distribución, ubicación y control de los terrenos comuneros en estas zonas por sucesivas generaciones, especialmente en los actos referidos a ventas de inmuebles y particiones de bienes sucesorales. La unidad agraria conocida como "pesos de terreno", por ejemplo, no obstante ser su equivalente real en tareas muy variable de un terreno a otro, oscilando en unos casos entre 3.7 y 16 tareas, nos permite deducir la importancia de los propietarios de determinados sitios comuneros. Citamos como ejemplo el caso de la ya mencionada Luisa Gerez viuda Gutiérrez, propietaria de 3,356 pesos de terreno, repartidos entre Babosico, Sabana Iglesia, Las Mesetas, Guanajuma, Los Pilones, Janey, Los Marmolejos y La Jagua Arriba; de aplicar las cifras equivalentes citadas, esta señora era propietaria de 12,417.20 ó 53,696 tareas, respectivamente.
Las dispensas otorgadas por las autoridades eclesiásticas a contrayentes de la parroquia de San José de Las Matas que obran en el Archivo Histórico del Arzobispado de Santo Domingo constituyen también un riquísimo filón de datos genealógicos, no suficientemente estudiado hasta ahora, que permiten establecer parentescos insospechados y remontar orígenes familiares al siglo XVIII.
Entre 1826 y 1836, la instrumentación de los expedientes de consanguinidad en la parroquia de San José de Las Matas estuvo a cargo del Pbro. José Eugenio Espinosa. Tan extensos períodos como pastor católico en estos lugares le permitió a este sacerdote entrar en contacto con al menos tres generaciones de serranos, adentrándose así en el conocimiento de sus lazos de consanguinidad, amén de su parentesco con los descendientes de los primeros pobladores que se establecieron en La Sierra.
Las dispensas ponen en evidencia que la población de La Sierra fue, durante siglos, un grupo cerrado. La endogamia era pues una práctica de data muy antigua, impuesta no sólo por el limitado número de estirpes existentes sino también por las condicionantes geográficas, y que se refleja hoy como el más característico rasgo identitario de las distintas demarcaciones de San José de Las Matas, cuyos habitantes resultan parientes varias veces en diferentes generaciones.

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