(Artículo escrito por Ángela Peña y publicado en la sección Areíto, del periódico Hoy, el 22 de octubre del 2007)
Políticas
Muchos años antes de que el presidente Horacio Vásquez y doña Trina De Moya pusieran de relieve a San José de las Matas, donde residieron, y el mandatario despachó asuntos de Estado, ya el pueblo, presumiblemente habitado desde las devastaciones de la parte norte de la isla llevadas a cabo por el gobernador Antonio Osorio en 1605 y 1606, se había convertido en bastión de batallas patrióticas.
Espinal Estévez escribe que el 10 de marzo de 1844, “a 14 días de haberse proclamado la República, San José de las Matas se pronunció a favor de la separación de Haití” y reproduce el pronunciamiento de los matenses y un enaltecedor editorial de La Voz de la Sierra poniendo de manifiesto, un siglo después, el entusiasmo con que se cubrieron de gloria los lugareños por su participación decidida en las luchas redentoras.
El autor, metódico, cronológico, laborioso, meticuloso, peinó con la pasión de un investigador consagrado, sin ser miembro de añejas academias, cuantas fuentes le permitieron encontrar un dato de su tierra de nacimiento: oficialías civiles, periódicos, álbumes familiares, testimonios de testigos y actores, revistas, legajos notariales, municipales y parroquiales. En sus notas hay revelaciones contadas con la libertad que ha permitido la democracia.
Pero aún leyéndolas con el manejo antojadizo de sus orígenes, el lector conoce detalles ignorados de personajes y hechos. Pocos conocen la actuación del general Félix Zarzuela en el asalto a la comandancia militar de Jánico, en 1912, ni su ascendencia militar, tan marcada como la de Desiderio Arias para la misma época. Espinal narra la reacción de ese y otros jefes locales después del asesinato de Mon Cáceres, en 1911.
El capítulo dedicado a Horacio Vásquez es apasionante, tan novedoso como todas las notas sueltas que después de una larga introducción reproduce Piero Espinal Estévez y que ponen en evidencia el esplendor o el colapso de su régimen. El Primer Magistrado sentía especial predilección por ese paraíso en el que construyó un palacete “residencia accidental del Poder Ejecutivo”, concebida originalmente para enfermos de tuberculosis.
Allí recibía diputados, secretarios de Estado, senadores, políticos, jefes militares y otros colaboradores. El caudillo era aclamado y querido por los lugareños que después le echaron a un lado deslumbrados por la grandeza de Trujillo, también instalado después allí con la entonces Primera Dama Bienvenida Ricardo, convertido hasta su muerte en único y aclamado líder de los matenses. Son numerosos los leales trujillistas de Las Matas que fueron incondicionales del tirano y cuyas actividades y adhesión, publica Espinal.
Los libros son material excelente, además, para conocer y explicarse con mayor claridad la trayectoria pública de Vásquez y del poeta Virgilio Martínez Reyna, cuyas bodas con “la bellísima joven Altagracia Almánzar” apadrinó el ex Presidente el 21 de enero de 1925. Pues, pese a que el historiador escribe su versión, años después del espantoso asesinato del dirigente del Partido Nacional, reproduce informaciones que demuestran la popularidad de que gozaba en San José el ex Secretario de Estado de la primera presidencia de Horacio, meses antes de la cruel tragedia. El rumor público, apunta Piero, señaló al general Estrella, “tío del presidente servil de Trujillo” Rafael Estrella Ureña, como autor intelectual del hecho. Más de 14 páginas del primer tomo fueron dedicadas a reseñar el crimen. En el segundo tomo se recoge el activismo político y las simpatías de que gozaba la víctima en San José de las Matas.
“Manaclas” es otro documentado capítulo de esta obra.
Curiosas
Estos valiosos volúmenes presentan todos los apellidos autóctonos de San José de las Matas, tanto de ricos como de desafortunados. Los viajeros eran interminables como sucesivas las insurrecciones armadas escenificadas en aquellas lomas. Primeros médicos, fiestas patronales, estilos de los tradicionales muebles, corrientes o torneados, mecedoras, butacas, banquetas, sofás, con asientos de pajillas, construidas con maderas finas, elegantes y económicas.
Epidemias, cines, ilusionistas, fábricas, maestros, defunciones, bodas, sequías y cosechas, podas de empleados públicos, juntas políticas, elecciones, clérigos, bautizos, atropellos y hasta los ingratos olvidos a próceres, héroes y mártires de todos los tiempos, figuran en estos dos imponentes tomos de Crónicas de San José de las Matas.
Los matenses se vanagloriaban: “Por todas partes se quejan de enfermedades y epidemias, menos nosotros. La brisa suave y olorosa de los pinos nos preserva de contagios. Este es el mejor clima de la República”. Por ese privilegio, la crema y nata de la sociedad tenía “casa veraniega” en la localidad y entre los huéspedes frecuentes aparecen Eduardo León Asensio, Ángel Contreras, Alicia Franco, Lolita Pons, Gustavo Tavares, Graciela de Rey, Mercedes Llaverías, Manuel Tavares Julia, Rosa Batlle de Tavares, Carlos Franceschini, Bienvenido y Alfredo Nadal, Salvador Cocco, Juanita de Gonzalvo, Celeste Pereyra, Julia y Rosita Tavares, G. Jiménez Herrera, Rafael y Pelegrín Gómez, Julio Perdomo, Furcy y Adelaida Ferreras, Mario Fermín Cabral, Sergio Soto, Alfonso Perozo, Isidro Bordas, Anita y Álida Tolentino...
Esto complacía a los nativos del lugar, orgullosos de su atmósfera. Como “El Viejo Amigo”, que escribió en 1921: “Hablando con el sepulturero el 24 del mes pasado me manifestó que hasta esa fecha no había efectuado ningún enterramiento. Eso prueba la benignidad de nuestro clima. Es asombroso este dato máxime en una común que cuenta con 5,000 almas”.
Esa jurisdicción, milagrosa por el poder sanador de su clima, acogedora por sus pinos, chorros y montañas seculares, famosa por sus sillas serranas y agraciadas mujeres, fue el escenario de hechos políticos y sociales de una época en que gobernantes, revolucionarios, negociantes, oligarcas, empresarios, religiosos y líderes la hicieron suya como trinchera, hospital, fortaleza, casa de descanso, promoción de campaña electoral o teatro de infaustos atentados.
San José de las Matas tiene una historia tan variada y extensa como ha sido el acontecer nacional. Fue asiento de Jefes de Estado que no sólo se retiraron a contemplar el bello panorama y respirar el aire puro de su naturaleza portentosa. Desde allí Horacio Vásquez y Rafael Trujillo dirigieron los destinos de la nación. Ese fue el edén que escogieron Flor de Oro y Porfirio Rubirosa para celebrar sus bodas en 1932. Allí se alzaron montoneros de Concho Primo y generales de las guerras patrias y en ella fundaron sus hogares de meditación y veraneo las familias poderosas de todo el litoral.
Las notas estremecedoras, luctuosas, trágicas, ocurridas en su entorno, han sido tan espeluznantes como resonantes han sido sus glorias. El asesinato de Virgilio Martínez Reyna y su esposa embarazada estremeció el conglomerado tanto como la inhumana exterminación de Manuel Aurelio Tavárez Justo y los guerrilleros que le acompañaron en la patriótica insurrección armada de Manaclas.
Intensa, vasta, progresista, misteriosa, curiosa, ejemplar, dolida, difusa, abundante, vertiginosa, ha sido la vida del espléndido lugar. Actores y protagonistas de ese acontecer luminoso a veces, oscuro en ocasiones, no han sido sólo los hijos del “precioso palomar”. Forasteros sobresalientes de otros pueblos, hombres y mujeres de renombre, han puesto en el mapa de la República el nombre de esa comarca testigo de tantos hechos memorables.
Ante la inconmensurable cantidad de acontecimientos, Piero Espinal Estévez no tuvo más alternativa que relatar el devenir local en dos inmensos volúmenes prácticamente de lectura inacabable en los que es probable que no quedara sin consignar ningún recuerdo, nombre o fecha superlativos o minúsculos, de aquel sitio.
Son dos volúmenes de texto y fotos que enternecen, estremecen, conmueven, sorprenden o arrancan reacciones de asombro por las sorpresas reflejadas. En mil 184 páginas se cuentan unas crónicas que no son de San José de las Matas, aunque así lo exprese el título de los dos volúmenes. Son historia patria.
San José de las Matas tiene una historia tan variada y extensa como ha sido el acontecer nacional. Fue asiento de Jefes de Estado que no sólo se retiraron a contemplar el bello panorama y respirar el aire puro de su naturaleza portentosa. Desde allí Horacio Vásquez y Rafael Trujillo dirigieron los destinos de la nación. Ese fue el edén que escogieron Flor de Oro y Porfirio Rubirosa para celebrar sus bodas en 1932. Allí se alzaron montoneros de Concho Primo y generales de las guerras patrias y en ella fundaron sus hogares de meditación y veraneo las familias poderosas de todo el litoral.
Las notas estremecedoras, luctuosas, trágicas, ocurridas en su entorno, han sido tan espeluznantes como resonantes han sido sus glorias. El asesinato de Virgilio Martínez Reyna y su esposa embarazada estremeció el conglomerado tanto como la inhumana exterminación de Manuel Aurelio Tavárez Justo y los guerrilleros que le acompañaron en la patriótica insurrección armada de Manaclas.
Intensa, vasta, progresista, misteriosa, curiosa, ejemplar, dolida, difusa, abundante, vertiginosa, ha sido la vida del espléndido lugar. Actores y protagonistas de ese acontecer luminoso a veces, oscuro en ocasiones, no han sido sólo los hijos del “precioso palomar”. Forasteros sobresalientes de otros pueblos, hombres y mujeres de renombre, han puesto en el mapa de la República el nombre de esa comarca testigo de tantos hechos memorables.
Ante la inconmensurable cantidad de acontecimientos, Piero Espinal Estévez no tuvo más alternativa que relatar el devenir local en dos inmensos volúmenes prácticamente de lectura inacabable en los que es probable que no quedara sin consignar ningún recuerdo, nombre o fecha superlativos o minúsculos, de aquel sitio.
Son dos volúmenes de texto y fotos que enternecen, estremecen, conmueven, sorprenden o arrancan reacciones de asombro por las sorpresas reflejadas. En mil 184 páginas se cuentan unas crónicas que no son de San José de las Matas, aunque así lo exprese el título de los dos volúmenes. Son historia patria.
Políticas
Muchos años antes de que el presidente Horacio Vásquez y doña Trina De Moya pusieran de relieve a San José de las Matas, donde residieron, y el mandatario despachó asuntos de Estado, ya el pueblo, presumiblemente habitado desde las devastaciones de la parte norte de la isla llevadas a cabo por el gobernador Antonio Osorio en 1605 y 1606, se había convertido en bastión de batallas patrióticas.
Espinal Estévez escribe que el 10 de marzo de 1844, “a 14 días de haberse proclamado la República, San José de las Matas se pronunció a favor de la separación de Haití” y reproduce el pronunciamiento de los matenses y un enaltecedor editorial de La Voz de la Sierra poniendo de manifiesto, un siglo después, el entusiasmo con que se cubrieron de gloria los lugareños por su participación decidida en las luchas redentoras.
El autor, metódico, cronológico, laborioso, meticuloso, peinó con la pasión de un investigador consagrado, sin ser miembro de añejas academias, cuantas fuentes le permitieron encontrar un dato de su tierra de nacimiento: oficialías civiles, periódicos, álbumes familiares, testimonios de testigos y actores, revistas, legajos notariales, municipales y parroquiales. En sus notas hay revelaciones contadas con la libertad que ha permitido la democracia.
Pero aún leyéndolas con el manejo antojadizo de sus orígenes, el lector conoce detalles ignorados de personajes y hechos. Pocos conocen la actuación del general Félix Zarzuela en el asalto a la comandancia militar de Jánico, en 1912, ni su ascendencia militar, tan marcada como la de Desiderio Arias para la misma época. Espinal narra la reacción de ese y otros jefes locales después del asesinato de Mon Cáceres, en 1911.
El capítulo dedicado a Horacio Vásquez es apasionante, tan novedoso como todas las notas sueltas que después de una larga introducción reproduce Piero Espinal Estévez y que ponen en evidencia el esplendor o el colapso de su régimen. El Primer Magistrado sentía especial predilección por ese paraíso en el que construyó un palacete “residencia accidental del Poder Ejecutivo”, concebida originalmente para enfermos de tuberculosis.
Allí recibía diputados, secretarios de Estado, senadores, políticos, jefes militares y otros colaboradores. El caudillo era aclamado y querido por los lugareños que después le echaron a un lado deslumbrados por la grandeza de Trujillo, también instalado después allí con la entonces Primera Dama Bienvenida Ricardo, convertido hasta su muerte en único y aclamado líder de los matenses. Son numerosos los leales trujillistas de Las Matas que fueron incondicionales del tirano y cuyas actividades y adhesión, publica Espinal.
Los libros son material excelente, además, para conocer y explicarse con mayor claridad la trayectoria pública de Vásquez y del poeta Virgilio Martínez Reyna, cuyas bodas con “la bellísima joven Altagracia Almánzar” apadrinó el ex Presidente el 21 de enero de 1925. Pues, pese a que el historiador escribe su versión, años después del espantoso asesinato del dirigente del Partido Nacional, reproduce informaciones que demuestran la popularidad de que gozaba en San José el ex Secretario de Estado de la primera presidencia de Horacio, meses antes de la cruel tragedia. El rumor público, apunta Piero, señaló al general Estrella, “tío del presidente servil de Trujillo” Rafael Estrella Ureña, como autor intelectual del hecho. Más de 14 páginas del primer tomo fueron dedicadas a reseñar el crimen. En el segundo tomo se recoge el activismo político y las simpatías de que gozaba la víctima en San José de las Matas.
“Manaclas” es otro documentado capítulo de esta obra.
Curiosas
Estos valiosos volúmenes presentan todos los apellidos autóctonos de San José de las Matas, tanto de ricos como de desafortunados. Los viajeros eran interminables como sucesivas las insurrecciones armadas escenificadas en aquellas lomas. Primeros médicos, fiestas patronales, estilos de los tradicionales muebles, corrientes o torneados, mecedoras, butacas, banquetas, sofás, con asientos de pajillas, construidas con maderas finas, elegantes y económicas.
Epidemias, cines, ilusionistas, fábricas, maestros, defunciones, bodas, sequías y cosechas, podas de empleados públicos, juntas políticas, elecciones, clérigos, bautizos, atropellos y hasta los ingratos olvidos a próceres, héroes y mártires de todos los tiempos, figuran en estos dos imponentes tomos de Crónicas de San José de las Matas.
Los matenses se vanagloriaban: “Por todas partes se quejan de enfermedades y epidemias, menos nosotros. La brisa suave y olorosa de los pinos nos preserva de contagios. Este es el mejor clima de la República”. Por ese privilegio, la crema y nata de la sociedad tenía “casa veraniega” en la localidad y entre los huéspedes frecuentes aparecen Eduardo León Asensio, Ángel Contreras, Alicia Franco, Lolita Pons, Gustavo Tavares, Graciela de Rey, Mercedes Llaverías, Manuel Tavares Julia, Rosa Batlle de Tavares, Carlos Franceschini, Bienvenido y Alfredo Nadal, Salvador Cocco, Juanita de Gonzalvo, Celeste Pereyra, Julia y Rosita Tavares, G. Jiménez Herrera, Rafael y Pelegrín Gómez, Julio Perdomo, Furcy y Adelaida Ferreras, Mario Fermín Cabral, Sergio Soto, Alfonso Perozo, Isidro Bordas, Anita y Álida Tolentino...
Esto complacía a los nativos del lugar, orgullosos de su atmósfera. Como “El Viejo Amigo”, que escribió en 1921: “Hablando con el sepulturero el 24 del mes pasado me manifestó que hasta esa fecha no había efectuado ningún enterramiento. Eso prueba la benignidad de nuestro clima. Es asombroso este dato máxime en una común que cuenta con 5,000 almas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario