lunes, 3 de diciembre de 2012

80 años de las bodas de Porfirio Rubirosa y Flor de Oro Trujillo en San José de las Matas







El sábado 3 de diciembre de 1932 los habitantes de San José de las Matas fueron testigos de un acontecimiento sin precedentes en el pueblo: las elegantes bodas de Porfirio Rubirosa y Flor de Oro Trujillo. Fue un acontecimiento apoteósico. Se reunió lo más selecto de la sociedad dominicana, las más altas autoridades civiles, militares, eclesiásticas y diplomáticas del país.
Porfirio Enrique Rubirosa Ariza, de 24 años de edad, de San Francisco de Macorís, futuro playboy de fama mundial. Flor de Oro Trujillo Ledesma, de 17 años, hija mimada del general Trujillo Molina.
Las bodas se realizaron a las 4:30 de la tarde en la mansión veraniega de Truji­llo, primero por lo civil, efectuándolo el señor Francisco Rodríguez Liriano (Panchito), juez civil del pueblo. Luego el cortejo nupcial se trasladó a la iglesia parroquial donde monseñor Adolfo Alejandro Nouel, Arzobispo de Santo Domingo, impartió la bendición a la pareja.
El enlace fue apadrinado por el general Trujillo, Bienvenida Ricardo, Primera Dama de la República; Hans Frederich Arthur Schoen­feld, Enviado Extraordinario y Minis­tro Plenipotenciario de los Estados Unidos, y por su esposa Mrs. Schoenfeld.
Desde la iglesia el cortejo se dirigió nuevamente a la Mansión, desafiando un fuerte aguacero que caía sobre el pueblo en esos momentos. Según las personas que presenciaron ese acontecimiento dicen que corría por las calles agua coloreada, debido a la tinta que desprendían miles de guirnaldas de papel crepé, que se usaron para decorar las principales calles del pueblo.

El acta de matrimonio se encuentra en la Oficina Parroquial de San José de las Matas, en el Libro No. 8, folio No. 158, Acta No. 303, la cual reza así:

Yo, Ignacio Quirino Alba, Cura Párroco de San José de las Matas, certifico que el día tres del mes de diciembre del año mil novecientos treinta y dos efectuóse el matrimonio que in facie Eclesiae contrajeron el señor Porfirio Enrique Rubirosa, soltero, dominicano, de veinticuatro años de edad, hijo legítimo de Pedro María Rubirosa, ya difunto, y Ana Antonia Ariza, y la señorita Flor de Oro Trujillo, de diez y siete años de edad, hija legítima del General Rafael Leonidas Trujillo Molina, Presidente Constitucional de la República, y Aminta Ledesma.
Dicho acto fue bendecido por Su Eminencia el Dr. Adolfo A. Nouel, Arzobispo de Santo Domingo, siendo testigos entre muchos Su Excelencia el Sr. Rafael L. Trujillo, Hans Frederich Arthur Schoenfeld, Jacinto B. Peynado, Virgilio Trujillo y Rafael P. Pichardo.
Para que conste firmo aquí.

La Opinión, diario de Santo Domingo desaparecido en 1939, publicó la crónica de este magno evento en su edición del día 5 de diciembre, la que transcribimos a continuación:

Constituyeron un acto social esplendoroso las bodas de los jóvenes Rubirosa-Trujillo

Distinguidas personalidades de toda la República asistieron a esta ceremonia nupcial de lineamientos aristocráticos

El Presidente Trujillo y la Primera Dama de la República, el Mi­nistro Schoenfeld y su distinguida consorte apadrinaron la feliz unión

En un maravilloso paraje de trópico, sinfonía de luz, de colores y de aromas, que es como decir balada de amor, en San José de las Matas, la eglógica Villa de los Pinares, prestigiada con la residencia temporal del Primer Magistrado de la Nación y de la Primera Dama de la República.
Allí, donde canta Natura su himno de triunfo en la deslumbradora exuberancia tropical, celebráronse la última tarde sabática las regias bo­das del joven y caballeroso clubman, señor Porfirio Rubirosa, Secretario de Primera Clase de la Representación Diplomática de nuestro país ante la Corte de St. James, perteneciente a una significada familia dominica­na e hijo del fenecido general y diplomático, don Pedro María Rubiro­sa, con la gentilísima y encantadora señorita Flor de Oro Trujillo, toda hecha de delicadezas y aromas, flor por su nombre perfumado y por los madrigalescos encantos que en ella florecen, hija mimada del Jefe del Estado, General Rafael Leonidas Trujillo Molina, en cuya espléndida mansión veraniega ha tenido efecto este acto matrimonial de la mayor resonancia y en el cual se han congregado representaciones de cuanto vale y significa en todos los sectores de la vida nacional.
De todo el país concurrieron prestantes caballeros y distinguidas da­mas que hicieron su parada en Santiago, ciudad ésta de donde salieron a medio día para estar a la hora indicada en aquel sitio delicioso que es San José de las Matas. San José de las Matas, que aquella tarde iba a perfumarse con las aromas nupciales de las bodas más suntuosas que ha registrado este año de 1932 en nuestro país.
Cuatro y media de la tarde. La mansión veraniega del Presidente Trujillo y de la Primera Dama de la República, doña Bienvenida Ricar­do de Trujillo, luce magnífica de buen gusto en artísticos adornos para la celebración de estas bodas de la fina y exquisita Flor de Oro. Flor de Oro, que es poema de todas las delicadezas, verso de madrigal y que lleva en sus ojos todo el caudal de luz embriagante de nuestras maravillosas mañanitas. Guirnaldas, símbolo de triunfo, símbolo de alegría y felici­dad, de juventud y de amor adornaban el salón principal de la mansión donde se iba a celebrar la ceremonia.
En un extremo de la sala improvisóse una presidencia del acto y allí, sobre una especie de retablo, ocuparon asiento la novia, que lucía una bellísima toilette principesca, y el novio, correcto y distinguido, y junto a ellos los padrinos y testigos.
Don Alejandro Amable Nadal, que siempre sabe dar una nota chic, leyó, a nombre del Oficial Civil, el acta, que fue signada por los testigos y después por el funcionario encargado de legalizar el acto.
Apadrinaban las bodas el Primer Magistrado de la Nación, Gene­ral Rafael Leonidas Trujillo Molina y la elegante Primera Dama de la República, doña Bienvenida Ricardo de Trujillo, esposa del señor Presi­dente, y el señor Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos ante nuestro Gobierno, Mr. Hans Frederick Arthur Schoenfeld, y la distinguida Mrs. Schoenfeld. Signaron como testigos el acta el señor Secretario de Estado de lo Interior, Policía, Guerra y Marina, don Virgilio Trujillo Molina; el de la Presidencia, Lic. Jacinto B. Peynado; el de Relaciones Exteriores, Dr. Max Henríquez Ureña; el de Hacienda, don R. Paíno Pichardo; el de Agricultura y Comercio, don R. César Tolentino; el de Trabajo y Comunicaciones, don Teódulo Pina Chevalier y el de Sanidad, Beneficiencia y Obras Públicas, don Agustín Aristy; don José Trujillo Valdez, abuelo de la novia y Diputado al Congreso Nacional; Dr. José Dolores Mejía, ex Secretario de Estado y Diputado al Congreso Nacional; General Ramón Vásquez Rivera, Co­mandante en Jefe del Ejército Nacional; Coronel José García, Segundo Jefe del Ejército Nacional; Dr. Francisco E. Benzo, Médico Particular del Jefe del Estado, Supervisor General de Hospitales y Director de la clínica Padre Billini; Teniente Coronel Federico Fiallo, del Ejército Na­cional; Teniente Coronel Dr. Medrano, Director del Cuerpo Médico del Ejército Nacional; Capitán Héctor B. Trujillo, del Ejército Nacional, ex Agregado Militar en las Legaciones de la República en Francia, España, Italia, Bélgica y Suiza; Gilberto Sánchez Lustrino, cuñado del novio y prestante intelectual y abogado capitaleño; General José Estrella, Go­bernador de Santiago; don José María Bonetti Burgos, Sub Secretario de Estado de la Presidencia; don Ramón Saviñón Lluberes, Administrador de la Lotería Nacional; Coronel Pedro Estrella, Jefe del Cuerpo de Ayu­dantes del señor Presidente de la República; Lic. Manuel A. Peña Batlle, ex Presidente de la Comisión Dominicana Delimitadora de Fronteras y destacado intelectual capitaleño; Jean Morlet, distinguido elemento de la colonia francesa en esta capital, y Charles de Mondesert, otro sig­nificado miembro de la colonia francesa en esta capital y consejero del Comercio Exterior de Francia.
Verificado el acto civil, los novios, acompañados de los padrinos y de algunos de los testigos, los concurrentes no pudieron acompañarlos todos por las imposibilidades que oponía el camino se dirigieron a la iglesia del simpático poblado, que dista unos dos kilómetros de la man­sión veraniega del Presidente Trujillo y de su amorosa esposa, la Primera Dama de la República, doña Bienvenida Ricardo de Trujillo, y allí, la voz solemne de Monseñor Nouel, el Ilustre Pastor Dominicano, Ex Pre­sidente de la República, Conde Romano, etc., bendijo, con la bendición de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, las felices bodas de Porfirio Rubirosa y Flor de Oro Trujillo.
Y de nuevo en la mansión presidencial de Las Matas, que estaba en esta tarde que recoge las bodas más suntuosas y más aristocráticas vistas por mucho tiempo en nuestro país, inundada toda de distinción y de elegancia, perfumada de juventud y de belleza, la distinción y la elegancia, la juventud y la belleza que se reúnen en la feliz pareja que une sus corazones y hace de ellos un solo corazón bajo el velo del amor, cubiertos de ilusiones, de dichas, de promesas.
Burbujeó el champagne. Cada boca fue una bendición para la pare­ja. Cada sorbo un deseo de felicidad para ellos.
La sala estaba toda llena de luz y de belleza. Damas aristocráticas que lucían espléndidos atavíos como homenaje a Flor de Oro. Significados caballeros acompañábanlas. Y para todos la atención fina de doña Bien­venida Ricardo de Trujillo, que es una gran dama en toda la acepción de la frase.

No hay comentarios:

Publicar un comentario